sábado, 21 de abril de 2007

La Iglesia, en el limbo

Sigue la Iglesia atenta a los temas en los que la sociedad está interesada y sobre los que existe en la misma un debate abierto. Debe ser por eso por lo que ayer se dio a conocer la publicación de un documento titulado La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados mediante el cual, y con el visto bueno de Benedicto XVI, se han cargado de un plumazo el limbo. Calificado de "problema pastoral urgente", dado el cada vez más creciente número de niños que no son bautizados o que son "víctimas de abortos", la Iglesia dice ahora que los niños que mueren sin recibir el sacramento del Bautismo "se salvarán y gozarán de la visión beatífica". El limbo no existe ya, pero paradójicamente algunos siguen instalados en él, así les luce luego el pelo...

Rajoy, un futurible lastrado

Al igual que le sucedió a Zapatero con el precio del café, las dos horas de preguntas ciudadanas televisivas a Rajoy han quedado reducidas, dos días después del interrogatorio, a la mera anécdota del secretismo acerca del sueldo del líder del PP. No me extraña que en este país sigan triunfando los llamados programas del corazón y que reine el cotilleo puro y duro. Poco más nos interesa.
Rajoy es un tipo que cae bien, aunque a veces juegue al despiste y vaya de amiguito del núcleo duro de su partido, y salió airoso de una prueba a la que acudió con la lección bien aprendida y con la valentía de saber que se tendría que enfrentar a preguntas incómodas relacionadas, especialmente, con la guerra de Irak y con el 11-M.
Don Mariano no aburrió a una audiencia que se volcó con la emisión del programa conducido por Lorenzo Milá y, acertadamente, evitó que sus intervenciones se convirtieran en continuadas críticas al Gobierno socialista, llenas de esa lamentable crispación que los ciudadanos tanto detestamos y que ha sido algo habitual en el discurso de la oposición durante la presente legislatura. Sin embargo, continuó el líder popular sin desmarcarse abiertamente del pasado que le impidió ser presidente y al que sabe Dios por qué deuda desconocida sigue no sólo teniendo en cuenta sino rindiendo pleitesía. En alguno de esos momentos sonrojantes con los que sabía de antemano que tendría que lidiar pareció que Rajoy iba a salir de sus balbuceos en ciernes desmarcándose de unos errores imputables, más que a su partido, al iluminado que llevaba las riendas populares en el momento en el que éstos se produjeron, pero no fue así y todo quedó en un amago o en una falsa impresión e ilusión mía.
O el señor Rajoy suelta lastre para tratar de que su globo remonte o acabarán siendo otros, gustosos, los que lo intenten por él. Los Acebes, Zaplana y, sobre todo, Aznar, deben ser historia política, parte de una etapa de abrupto final ya superada. Esto bien lo saben los líderes del PP madrileño, tanto el resabido Gallardón como la sibilina Aguirre, e, incluso, los tecnócratas del PP valenciano, por citar a algunos de los pesos pesados autonómicos.
A día de hoy, la muletilla con la que la mayoría de los ciudadanos que plantearon cuestiones el pasado jueves a Rajoy comenzaban sus intervenciones, "Si usted fuera presidente...", suena aún demasiado a futurible.