domingo, 7 de enero de 2007

Duelo de silencio

Los siete días de silencio auto infligidos en este blog bien podían considerarse señal de duelo por la vuelta a las acciones criminales de la banda terrorista ETA. Así ha sido, aunque sólo en parte.
Es lo que tiene esto de escribir voluntariamente, que cuando no te apetece abrir la boca para expresar una opinión o para contar o inventar algo, pues no lo haces y no tienes que dar explicaciones más que a tu conciencia, en el supuesto de no poder eludir a este jefe supremo, como me sucede.
No quería escribir en caliente sobre el fin de la tregua ni quería pensar en la decepción ocasionada por el bombazo de Barajas en los cientos de miles de personas que creímos que quizá a la tercera fuera la vencida y que el sábado 30 de diciembre nos quedamos de buena mañana con cara de tontos. Sin embargo, era incapaz de escribir sobre un tema distinto al del atentado y ni siquiera podía pensar en algo diferente. Mi única opción fue el silencio.
El año 2006, que en los resúmenes informativos tan propios de estas fechas estaba llamado de todas todas a pasar a los anales de la historia española como ‘el año de la tregua’, se quedó sin el anhelado título y en sus postrimerías vio cómo se dinamitaba la esperanza.
Al igual que pasó en 1989 y 1998, la tregua terrorista del 22 de marzo de 2006 se volatilizó.Lo peor de lo sucedido, sin duda, las dos nuevas muertes provocadas por los asesinos de ETA, el fin de una ilusión y el despertar de esa amenaza continua sobre nuestras vidas que dura ya 38 años y que abandona su estado de letargo.
Luego está lo otro, la manifiesta desunión de nuestros políticos en materia terrorista y los dirigentes de organizaciones de víctimas que se afanan en autoproclamarse adalides de la libertad en nombre del dolor.