martes, 30 de enero de 2007

Sospechoso, sospechoso

Desde hace quince días me he convertido en un elemento sospechoso para la sociedad. Sí, hace dos semanas que soy uno de ese 23,2% de parados con estudios superiores que campan por España pasando los lunes al sol, lo cual me transforma automáticamente en alguien que 'algo habrá hecho' a los ojos de quienes se enteran de la noticia, incluso a los ojos de aquéllos que me conocen bastante bien y que hasta ahora me habían considerado un respetable vecino. Estos últimos presentan el agravante de que, en su debilidad de seres humanos, incluso llegan a considerarme, en primera instancia, un sujeto digno de lástima y conmiseración.
Supongo que el hecho de que el paro haya descendido en 2006 y que el Gobierno se haya apresurado a calificar de 'extraordinariamente buenos' los resultados del desempleo ayudan a que la gente me lance miradas inquisitorias. Además, yo no soy ni mujer, ni inmigrante, ni mi contrato era temporal, puntos débiles -según los sindicatos- de los números aireados por el ministro Caldera. No tengo excusa.
Seguro que los del tercero piensan que a partir de ahora no voy a ser capaz de pagar la mensualidad de la derrama derivaba de la reforma integral del viejo y céntrico edificio en el que vivo. Sospechoso, sospechoso.