domingo, 26 de noviembre de 2006

¿Qué pasaría si nunca pasara nada?

‘¿Qué pasaría si nunca pasara nada?’, con este lema tan largo el Ayuntamiento de Madrid ha lanzado una campaña publicitaria de autobombo en prensa escrita, televisión, radio, Internet, cines y mobiliario urbano en la que se muestran imágenes de sitios emblemáticos de Madrid tal y como estaban hace muchos, muchos años, en las primeras décadas del siglo XX.
La campaña publicitaria ha sido diseñada por la firma Grey a cambio de 140.000 euros, según fuentes municipales, y aún el Ayuntamiento madrileño gastará unos 900.000 euros más insertando los anuncios en diversos medios de comunicación.
Si no fuera por un pequeño detalle, yo podría decir abiertamente que esta campaña municipal me gusta. Es bonito viajar en metro y encontrar fotografías antiguas de la ciudad en las paredes. Pero es que resulta que los gastos de toda esta publicidad corren a cargo de todos los ciudadanos de Madrid. Ahí es ya cuando me descompongo, y es que mi bolsillo está últimamente muy sensible, máxime de cara a las Navidades.
Las elecciones municipales serán en mayo de 2007 pero Gallardón habrá pensado que, aunque no tiene rival en ‘El Desconocido’ Miguel Sebastián (PSOE) -según su propio partido-, más vale prevenir que curar y ha movido pronto ficha: se ha lanzado a tratar de convertir uno de los aspectos más criticados de su mandato, el tema de las sempiternas obras que se realizan en Madrid, en algo positivo a los ojos de los votantes. Más que nada, por lo que pudiera venir.
Cierto es que quienes vivimos en Madrid estamos hasta las mismísimas de tanta zanja y que, incluso, para los turistas que nos visitan el tema no es baladí pero ‘¿Qué pasaría si nunca pasara nada?’, que dicen los populares...
En fin, hoy ha sido la presentación oficial del candidato socialista a la Alcaldía de la capital y ‘El Desconocido’ ha comenzado su carrera electoral hurgando en la herida que más le duele a Gallardón, el tema de las obras, claro está, y ha criticado con dureza esta famosa campaña publicitaria que, según Miguel Sebastián, cuesta 150.000 euros al día, el dinero necesario para 'contratar 800 policías más, construir 4.000 viviendas para jóvenes durante un año y crear 8.000 plazas de guardería', según Sebastián, quien se comprometió a no llevar a cabo 'ni una sola campaña más de publicidad y autobombo' si accede a la Alcaldía.
Demagogia política aparte, Sebastián, sabe perfectamente dónde le duele a su principal rival y no lo va a desaprovechar. Gallardón, que no es tonto, seguro que piensa que le merece la pena soportar las críticas que le llegan por el gasto que supone a las arcas municipales la campaña publicitaria si ésta consigue su propósito de vendernos que lo de las zanjas es una necesidad.
‘El Desconocido’, en su estreno, ha estado arropado por el presidente Zapatero y por importantes miembros del PSOE y no ha mostrado maneras de novato, sino de contendiente experimentado. A saber: se ha alineado con los clásicos –dice que quiere hacer lo que Tierno Galván-, ha atacado a su rival donde le duele pero de forma elegante –al más puro estilo de su mentor Zapatero-, ha hecho gala de un estudiado sentido del humor –con frases como la siguiente: 'No quiero ser muy cruel con Gallardón porque de eso se encarga Esperanza Aguirre'- y, por supuesto, no ha olvidado fabricar titulares para facilitar la labor de los periodistas –memorable lo de definir el actual Madrid como un ‘agujero’ permanente.
Yo vivo en Madrid, en el centro de Madrid. Para lo bueno y para lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la no-riqueza me casé con este lugar hace ya bastantes años y aquí sigo, aunque para ser sincero, me he planteado muy seriamente el divorcio en alguna que otra reciente ocasión.
Desde que Gallardón es el Alcalde de esta ciudad me he quejado de la tremenda subida del IBI, del abuso que suponen los parquímetros, de la falta de seguridad ciudadana, de la descoordinación que existe entre la Comunidad de Madrid y el Consistorio Municipal y, por supuesto, de las omnipresentes obras. Pero hay una cosa que me cabrea más que ninguna otra: que me tomen por tonto y que traten de que esté contento y feliz con muchas de las cosas que no me gustan porque, se supone, que éstas se hacen por mi bien. ¡Hasta ahí podríamos llegar! Si uno tiene que ‘joderse’, pues se ‘jode’ y punto, pero que no pretendan que me ría, mientras me bajo los pantalones.