lunes, 14 de abril de 2008

Dos formas distintas de revitalizar una zona urbana

En Madrid, justo detrás de la Gran Vía, no se deja de hablar en estos días, tanto en medios de comunicación como entre los mismos vecinos de Triángulo Ballesta, TriBall, una asociación que se ha propuesto revitalizar un área asociada tradicionalmente a la prostitución.
Para ello no han dudado en comprar cuanto local se les ha puesto al alcance, entre ellos muchos 'puticlubs', para alquilarlos a quienes ellos crean conveniente y a un precio supuestamente reducido.
Como forma de promocionar su acción, desde el viernes pasado han cedido por un mes algo menos de 20 locales a jóvenes diseñadores de moda, cobrándoles tan sólo el 15% de las ventas que realicen. Al término de este período de gratuidad, si las cosas les han ido bien, hablarían de formalizar un contrato en toda regla.
Triball ha estado durante bastante tiempo sin un cabeza visible, ahora, al menos, tienen uno. Otras cosas que tienen los de Triball son mucho dinero y buenas relaciones con el Ayuntamiento de Madrid.
Dejando a un lado la gran operación de màrketing que ha supuesto la tan cacareada cesión quasi desinteresada de algunos de sus espacios a ciertos creadores, lo cierto es que esta buena gente, que dice cobrar mucho menos por alquiler de m2 de lo que cobran los propietarios de los cercanos locales de la comercial calle Fuencarral ya andan pidiendo 2.000 euros de alquiler por un espacio de 40 m2.
Proclaman que quieren convertir la calle Ballesta y su entorno en una especie de Soho madrileño. Los medios de comunicación han recibido sin muchas suspicacias a estos mesías y poca o ninguna cabida han dado a las voces vecinales que hablan de 'mafia' al referirse a los del triangulito verde.
"Si las tiendas de chinos dieron hace unos años una buena estocada a muchos comercios tradicionales que hasta entonces había en la zona, comprando en metálico un sinfín de espacios moribundos, los de Triball vienen a darle el remate definitivo a ferreterías, panaderías, tascas y demás supervivientes con la excusa de que, de paso, se van a llevar por delante la prostitución", le escuchaba decir el sábado pasado a un escéptico vecino.

Otra forma de revitalización muy distinta de un espacio de un centro urbano es la que se trata de llevar a cabo desde hace unos meses muy cerca del invento de TriBall. En la madrileña calle del Acuerdo se encuentra el Patio Maravillas.
Se trata de un espacio ocupado que funciona como centro cultural y lugar de reunión de los vecinos de un barrio falto de este tipo de lugares.
En él se puede asistir desde a un ciclo de cine a unas clases de español para inmigrantes, de fotografía, de percusión infantil o a cualquier tipo de conferencia.
Si los vecinos necesitan un local para celebrar una reunión de comunidad también pueden encontrar allí su espacio y lo mismo sucede con los padres que no tienen sitio para celebrar el cumpleaños de sus hijos en sus propias casas, por poner sólo dos ejemplos.
La gente que pulula por el Patio Maravillas, no tiene una sola cabeza visible, tampoco tiene demasiado dinero y, por supuesto, no andan sobrados de buenas relaciones con el consistorio municipal.
Algunos vecinos se quejan del ruido que se hace en este lugar, que dispone de uno de los bares más curiosos de cuantos existen hoy en día en Madrid. No diré yo que, a veces, no les falte razón.
Los del Patio Maravillas no quieren un Soho, directamente quieren el cielo.