jueves, 31 de mayo de 2007

¿Les cuesta 'tragar' a los políticos?

El escritor Imre Kertész, en Un relato policíaco describe a uno de los personajes de su libro como: "un caballero bien vestido, de pelo plateado, sumamente astuto y cauteloso, envuelto en la amargura de sus numerosas concesiones y en la suave fragancia del coñac francés".
Leyendo esta frase, y seguramente porque aún sufro los efectos de la intoxicación electoral del 27M, he pensado que la citada descripción realizada por el Nobel húngaro bien podría aplicársele en estos días a más de uno de los políticos que campan por España, recién electos o derrotados, con mayorías suficientes para gobernar con tranquilidad y autoridad o pendientes de pactos a veces imposibles.
La asociación cita-políticos ha venido a mi mente no porque considere a la clase política española especialmente astuta y cautelosa ni porque crea (¡Dios me libre!) que sus miembros tengan tendencia a empinar el codo sino por lo de las concesiones.
"¿Cuánto ha de 'tragar' un político a lo largo de su carrera?", me pregunto. "¿Qué concesiones se verá obligado a realizar con tal de alcanzar sus objetivos?". "¿Se sentirá bien después de hacerlas, le traerá sin cuidado o irá acumulando un poso de amargura que acabará por envolver su figura?".
Quizá el político profesional carezca del malestar y la amargura que le presupongo por el hecho de tener que realizar concesiones, quizá las considera simples 'gajes del oficio'. A mí me gusta creer que no es así, que no se han tenido que deshumanizar un tanto para poder seguir al pie del cañón.