miércoles, 28 de febrero de 2007

Pan y, sobre todo, mucho circo

En el céntrico edificio de Madrid en el que habito llevamos años realizando las obras de rehabilitación que nos permitan vivir con seguridad en el mismo y superar la Inspección Técnica de Viviendas de la Comunidad de Madrid.
Dado el elevado coste de las mismas y los escasos ingresos de la mayoría de quienes vivimos en el inmueble –propietarios jubilados con pensiones mínimas y discapacidades varias y algunos jóvenes hipotecados de por vida-, no hemos tenido más remedio que ir realizando estos trabajos por partes. De ayudas públicas, aún ni rastro, sólo la esperanza de que algún día lleguen.
Pues bien, aún teniendo todos el agua al cuello como la tenemos -hay incluso vecinos endeudados con la comunidad vecinal por no pagar su correspondiente derrama y que, lamentablemente, acabarán en los tribunales, si no se mueren antes, y las autoridades presionan constantemente, bajo amenazas legales, para que se acabe la reforma-, en una de las últimas juntas de vecinos se sometió a votación la propuesta de adaptar la antena de televisión colectiva para que se pudieran recibir en nuestras casas los canales de la Televisión Digital Terrestre.
-¡Pero si no hay dinero! –gritamos escandalizados algunos nada más leer el orden del día.
A pesar de que la propuesta no prosperó, lo cierto es que la votación estuvo muy reñida.
Ayer salió publicado que el Gobierno regional de Madrid concederá subvenciones para cubrir parcialmente el coste de la adaptación de antenas colectivas para ver la TDT y que se estima que se beneficiarán de ellas 700.000 viviendas y más de dos millones de madrileños.
Por mucho que la disfracen diciendo que se trata de un intento por luchar contra la brecha tecnológica, la medida –y más en las fechas en las que estamos- no es más que otro gesto electoralista. Un gesto con vista, eso sí, porque va a caer en gracia.
Para algunos, la televisión es algo de primera necesidad.