lunes, 1 de octubre de 2007

Homosexuales iranís

El presidente iraní Mahmut Ahmadineyad es un mentiroso. ¿Cómo que no hay homosexuales en su país? Personas atraídas por otras personas de su mismo sexo hay en todas partes, aunque él negara que las hubiera en Irán durante su intervención de hace una semana en la universidad neoyorquina de Columbia.
La televisión canadiense CBC grabó en febrero un reportaje en Teherán en el que aparecen algunos de esos gays que no existen, según el mandatario iraní.
En un reportaje publicado por ADN.es este pasado fin de semana se habla sobre la situación de la comunidad homosexual en Irán.
En el país de los ayatolás lo que es constitutivo de delito es la sodomía, es decir, la penetración anal, que puede acarrear, incluso, una condena a muerte.
Más allá de las cifras de represaliados, siempre difíciles de probar, en el mencionado artículo se menciona que no se trata tanto de un hecho cuantitativo como de uno cualitativo y que lo que importa es la violación de derechos humanos que se está produciendo en el país.
Claro está que estamos hablando de Irán y que allí lo mismo sufren represalias y persecución las mujeres que cuestionan el papel que se les asigna, como los artistas que no se resignan con hacer el tipo de arte que está permitido o los intelectuales.
Si antes he dicho que homosexuales hay en cualquier lugar del mundo no es menos verdad que también hay cafres allá donde uno mire y que en España habita más de uno de estos últimos. Esta afirmación lejos de ser gratuita viene a cuento por el hecho de que desde que Ahmadineyad dijo lo que dijo en Nueva York sobre los homosexuales mucho se ha escrito sobre el tema y resulta que esto parece haber molestado a más de uno, y a más de dos, que se han atrevido a decir estupideces como que, cuantitativamente, habrá más personas que padecen la represión del régimen iraní que no son homosexuales que los que la sufren por este motivo y que por esa regla de tres se está hablando demasiado de un tema que, porcentualmente, no es tan grave.
Para los estrechos de miras habrá que recordar que una competición de victimismo es una de las cosas más contraproducentes y patéticas a las que podemos asistir y que la denuncia sobre cómo se trata a la comunidad gay en Irán no eclipsa para nada la situación a la que se enfrenta cualquier otro colectivo perseguido sin motivo alguno.
Se trata de sumar y de seguir denunciando la injusticia que anida bajo la legalidad -legislativa que no moral- establecida por un Estado.