martes, 20 de febrero de 2007

Un Madrid de trincheras

Además de las sempiternas obras de rehabilitación de los edificios de Centro, hablo de Madrid, los sufridos ciudadanos que vivimos en una zona tan minada por excrementos de perros como ésta tenemos que soportar las trincheras abiertas en nuestras calles por Unión Fenosa (luz), el Canal de Isabel II (agua) y Gas Natural; trincheras que suelen encadenarse y sucederse sin solución de continuidad, con una escandalosa falta de coordinación y ejecutadas por abrezanjas de subcontratas.
En la calle donde vivo es Unión Fenosa la responsable de que estemos viviendo en una zona de guerra. Sus trabajos tendrían que haber finalizado antes de que acabara 2006, tras dos meses de ejecución. Sin embargo, no fue hasta finales de enero que los adoquines de la calle volvieron a rellenar los huecos abiertos. La sorpresa de los vecinos llegó cuando un día después de finalizar la obra las taladradoras volvieron a levantar lo recién arreglado: algo habían hecho mal. Estamos terminando febrero y, aunque ya no hay obreros delante de nuestros portales, los agujeros sólo están cubiertos por planchas metálicas, como si los responsables de la mejora del tendido eléctrico de la zona no se atrevieran a enterrar su trabajo, por si acaso. Al paso que vamos y dadas las fechas, quizá alguien desee hacer coincidir la finalización de estas obras con la llegada de las elecciones municipales, lo mismo se acerca algún político para inaugurarlas.
Hace seis años el Ayuntamiento renovó todo el pavimento de mi calle y hace unos cuatro lo cambió parcialmente; al dos por tres los adoquines se descolocan y hay que recomponerlos. Los jubilados del área se lo pasan en grande, siempre tienen obras que seguir con atención. Una señora ciega del patio de enfrente -que lleva las piernas llenas de moratones por culpa de los bolardos que delimitan las estrechísimas aceras- sigue viva de milagro. Juro que no exagero.