martes, 28 de agosto de 2007

Sin Umbral, sólo me queda Millás

Francisco Umbral era el tipo extravagante de la bufanda blanca y de la voz profunda que cambió su poco literario apellido -Pérez Martínez- por otro mucho más sonoro; era el hijo natural de María; el gruñón provocador que amenazó a Mercedes Milá con abandonar un plató de televisión si no se hablaba de inmediato del último título que había publicado por aquel entonces; era el enamorado de Madrid -mil veces imitado- más conocido para el gran público como personaje que leído como autor; un hombre que escribió más de 80 libros y obtuvo, entre otros reconocimientos literarios, los premios Príncipe de Asturias de las Letras (1996) y el Cervantes (2000); un tipo que generaba amores y odios extremos y que, según anuncian hoy todos los medios de comunicación, acaba de morir.
Sin embargo, yo no me daré por enterado de su fallecimiento hasta comprobar lo prolongada de la ausencia de su columna en la contraportada de El Mundo, periódico en el que colaboraba desde 1990. Una ausencia que no por justificada me va a joder menos porque para mí, por encima de todas las cosas, Umbral, el esnob, el 'neologista', era uno de los columnistas que había que leer a diario y mi cita con sus letras me provocaba auténtico placer.
No me importa decir que, pese a los numerosos reconocimientos que obtuvo con ellos, jamás me encantaron sus libros. En cambio, sus artículos periodísticos eran auténticas obras maestras.
Se queda solo Millás al frente de mis favoritos. Tras este dúo venían otros como Maruja Torres o Manuel Vicent, pero Umbral y Millás eran inalcanzables.

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